Numerosos estudios avalan la eficacia del Neurofeedback en el tratamiento de las migrañas y dolores de cabeza:
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Kropp, Siniatchkin & Gerber (2002)
Mostraron que el entrenamiento con Neurofeedback mejora la habituación cortical (capacidad del cerebro para adaptarse a estímulos repetidos), uno de los déficits más claros en migrañas. Esto se traduce en una reducción significativa en la frecuencia de ataques.
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Walker (2011)
Estudio con 46 personas con migrañas recurrentes, usando Neurofeedback guiado por QEEG. Tras una media de 24 sesiones:
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Siniatchkin et al. (2000)
Niños con migrañas sin aura realizaron 10 sesiones de Neurofeedback sobre potenciales corticales lentos. El resultado fue una reducción notable en el número e intensidad de los episodios, junto con mejor regulación cortical.
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Stokes & Lappin (2010)
En un estudio clínico con 37 pacientes con migrañas:
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Tansey (1991)
En una serie de casos clínicos, 4 pacientes con migrañas tratados con EEG-biofeedback mostraron una disminución clara en la frecuencia y severidad de sus ataques, sugiriendo que la autorregulación neuronal es una vía terapéutica eficaz.
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Wang & Schoenen (1998)
Identificaron que pacientes con migraña presentan potenciación interictal de potenciales auditivos, lo que indica un déficit de habituación en el cerebro. Estos hallazgos fundamentan el uso del Neurofeedback para entrenar la habituación y prevenir ataques.
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Hammond (2005, 2007)
Revisiones clínicas en Journal of Neurotherapy reportan resultados consistentes en la reducción de migrañas mediante Neurofeedback, destacando que es un tratamiento seguro, sin efectos secundarios y con efectos duraderos en el tiempo.
Resumen
La evidencia muestra que:
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El cerebro con migraña presenta alteraciones medibles en QEEG/EEG (exceso de ondas lentas, beta alta, déficit de habituación).
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El Neurofeedback entrena la autorregulación neuronal, normalizando esos patrones.
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Los estudios reportan mejoras consistentes: entre un 50% y un 70% de los pacientes logran una reducción significativa en frecuencia e intensidad de ataques.
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Se trata de una intervención no invasiva, sin efectos secundarios y compatible con medicación y psicoterapia.
Impulsividad: Disfunción en el córtex prefrontal
Una de las características centrales del TLP es la dificultad para inhibir impulsos, especialmente en situaciones de estrés o amenaza percibida. Esta desregulación está asociada con un funcionamiento reducido del córtex prefrontal, particularmente en las áreas orbitofrontales y ventromediales, responsables del control de la conducta y la toma de decisiones adaptativas.
En un estudio clásico, Soloff et al. (2003) evaluaron a mujeres con TLP mediante escalas clínicas de impulsividad (BIS) y agresividad (LHA), combinadas con neuroimagen funcional (PET). Encontraron una disminución del metabolismo en las áreas 9, 10 y 11 de Brodmann, lo que refleja una menor actividad del córtex prefrontal comparado con un grupo control. Además, cuanto menor era esta actividad, mayores eran las puntuaciones en impulsividad y agresividad.
Estas áreas frontales mantienen una conexión directa con la amígdala, el principal centro de procesamiento de amenazas y emociones intensas. Cuando la función del córtex prefrontal está comprometida, disminuye su capacidad para modular o “frenar” la activación de la amígdala, lo que contribuye a respuestas impulsivas, explosivas o desproporcionadas.
El córtex orbitofrontal participa en el procesamiento de recompensas (O’Doherty et al., 2001), mientras que el ventromedial facilita decisiones adaptativas ante recompensas o castigos (Cools et al., 2002).
Con Neurofeedback, entrenamos estas regiones prefrontales para mejorar la inhibición de impulsos y favorecer una respuesta más consciente y adaptada. Al incrementar su actividad, se potencia su rol regulador sobre la amígdala.
Serotonina y regulación de la conducta
La serotonina también juega un papel clave en el control de la impulsividad y la agresividad. Niveles adecuados de serotonina facilitan la reflexión, la toma de decisiones y el control de las emociones. A nivel cerebral, se ha observado que la serotonina aumenta la actividad del córtex prefrontal, especialmente en las áreas 11 y 12 de Brodmann, lo que ayuda a frenar reacciones impulsivas automáticas y promueve conductas más deliberadas.
Inestabilidad emocional: Hiperactivación de la amígdala
Otra característica fundamental del TLP es la hipersensibilidad emocional, es decir, una reactividad emocional desproporcionada, intensa y de inicio súbito. Esto está estrechamente vinculado con una sobreactivación de la amígdala, especialmente en situaciones sociales ambiguas o estresantes.
El estudio de Donegan et al. (2003) comparó imágenes cerebrales de pacientes con TLP y controles mientras observaban rostros. Los pacientes con TLP mostraron una mayor activación de la amígdala, incluso ante expresiones faciales neutras, que interpretaban como amenazantes. Esta hiperactivación está relacionada con la dificultad para interpretar con precisión las intenciones de los demás y con una mayor vulnerabilidad al rechazo y la crítica.
Al reducir la activación de la amígdala mediante Neurofeedback, se consigue una mayor estabilidad emocional, mejorando la capacidad de la persona para responder de forma más calmada, flexible y adecuada a situaciones sociales y emocionales.