Todos los días, trabajo con personas que llegan a verme y expresan cosas como: «Doctor, tengo una presión en el pecho y no sé por qué» o «me despierto a las tres de la mañana con tantos pensamientos que no puedo volver a dormir». Estas expresiones, que parecen habituales, reflejan una realidad muy clara: la angustia y la inquietud mental.
Al mencionar angustia, me refiero a esa sensación vaga de incomodidad, una combinación de temor, inquietud y malestar que no siempre tiene un motivo evidente. No es idéntico a la ansiedad (que suele estar más asociada a pensamientos específicos), sino que es más bien una base emocional que acompaña a la persona, como si fuera una sombra inobservable. En cuanto a la inquietud mental, es ese estado de intranquilidad interna, de pensamientos incesantes, y de dificultad para encontrar descanso por dentro, aunque externamente uno aparenta estar sereno.
En nuestro centro tratamos el problema de la ansiedad, donde tu psicólogo te atenderá desde el primer momento en todo aquello que necesites.
Ejemplo 1: Marta y el nudo en el estómago
Recuerdo a una persona a la que llamaremos Marta, una mujer de 35 años que vino a verme porque llevaba muchos meses con dolores en el estómago y la sensación de no poder respirar bien. Los médicos no hallaron ningún problema físico. Cuando le indagué sobre lo que sentía en esos momentos, ella respondió: «Es como si tuviera un nudo que no se suelta; me siento atrapada y no puedo relajarme».
Lo curioso es que, al analizar su situación juntas, dimos cuenta de que no había solamente un solo motivo definido: no era exclusivamente su trabajo ni solo su relación, sino una mezcla de presión personal, inseguridad y temor a fallar.Su cuerpo manifestaba todo eso a través de síntomas. Este caso ilustra cómo la angustia a menudo es la manera en que nuestra mente nos indica que algo en nuestra vida no está equilibrado.
Ejemplo 2: Javier y la mente que no se apaga
Otro caso frecuente es el de Javier, un joven de 28 años que comentaba: «En cuanto estoy en la cama, empiezo a pensar en mil cosas: si hice bien el informe, si me van a renovar el contrato, si he olvidado algo importante. . . Me pongo ansioso y cuando me doy cuenta han pasado dos horas y continúo despierto».
Su dilema no era tanto la falta de sueño en sí, sino la inquietud mental que lo mantenía atrapado en un ciclo de pensamientos anticipatorios. Le preocupaba todo lo que podría salir mal, y su mente no dejaba de buscar soluciones. Esa hiperactividad mental es bastante común: el cerebro, en lugar de descansar, actúa como si tuviera que resolver un examen constantemente.
Angustia e inquietud: dos caras de la misma moneda
En psicología, referimos a la angustia y a la inquietud como estados emocionales que se alimentan mutuamente. La angustia provoca tensión interna y malestar físico; la inquietud introduce pensamientos repetidos que intentan encontrar un sentido o una salida. El resultado es un ciclo vicioso: cuanto más me preocupo, más angustia experimento, y cuanto más angustia siento, más complicado se vuelve calmar la mente.
En mi experiencia como profesional de la salud, las personas que experimentan esta sensación suelen expresar lo siguiente:
-Síntomas físicos: latidos rápidos, falta de aire, tensión en los músculos, sensación de presión en la garganta o el estómago.
-Síntomas cognitivos: pensamientos que regresan frecuentemente, sensación de no poder dirigir lo que se piensa, anticipación de situaciones negativas.
-Síntomas emocionales: malestar general, tristeza, frustración, miedo a que suceda algo malo.
Estrategias que suelo sugerir
No hay remedios milagrosos, pero hay herramientas útiles:
Reconocer la ansiedad. Nombrarla es un primer paso. Decir “lo que siento es ansiedad” ayuda a no confundirla con una enfermedad física.
Respirar de manera consciente. Aunque suene simple, dedicar un par de minutos a respirar lenta y profundamente puede disminuir la intensidad de la sensación.
Escribir lo que se piensa. Cuando la inquietud mental no cesa, escribir lo que pasa por la mente permite “sacarlo” de la mente y crear distancia.
Buscar momentos de descanso. La mente ansiosa necesita pausas reales: caminar sin teléfono, escuchar música, hacer ejercicio, meditar.
Buscar ayuda profesional. Con frecuencia, la ansiedad está arraigada en creencias, traumas o demandas que no se resuelven solo con consejos. La terapia proporciona un espacio seguro para entender y transformar ese malestar.
Mi comprensión del tratamiento
Desde mi perspectiva, tratar la ansiedad no implica erradicarla como si fuera un patógeno, sino guiar a la persona para que pueda vivir con sus sentimientos sin que estos controlen su existencia. La meta es que quien solía sentir presión en el pecho pueda respirar con tranquilidad, que quien se encontraba atrapado en pensamientos caóticos logre encontrar calma, y que quien vivía en constante tensión consiga volver a confiar en sí mismo y en su entorno.
Pruebas científicas sobre el manejo de la ansiedad y el malestar mental
Cuando sugiero un tratamiento, no lo hago únicamente por mis propios conocimientos clínicos, sino porque existe evidencia científica que respalda su efectividad. En los últimos años, se han llevado a cabo muchos estudios que respaldan las diferentes prácticas que empleamos en nuestras consultas:
-Terapia cognitiva-conductual
La terapia cognitiva-conductual (TCC) es el enfoque psicológico más respaldado por la evidencia para tratar la ansiedad y el malestar. Los datos indican que trabajar en pensamientos erróneos y desarrollar habilidades para enfrentar problemas lleva a mejoras significativas en la disminución de los síntomas de ansiedad y en la calidad de vida.
Por ejemplo, un metaanálisis realizado por Hofmann y otros (2012) revisó más de 100 investigaciones y determinó que la TCC es muy efectiva para tratar trastornos de ansiedad, mostrando efectos sostenidos a lo largo del tiempo.
-Mindfulness y manejo emocional
El entrenamiento en mindfulness también tiene una sólida base de evidencia. Un metaanálisis de Khoury y colaboradores (2015) encontró que los programas que incorporan mindfulness generan reducciones notables en la ansiedad, la depresión y el estrés, incluso en personas sin diagnósticos clínicos.
Esto significa que prácticas como respirar de manera consciente o observar los pensamientos sin juzgarlos son eficaces para disminuir la inquietud mental.
-Neurofeedback y métodos de estimulación cerebral
Las intervenciones basadas en neurociencia están emergiendo como opciones terapéuticas adicionales. Un metaanálisis de Marzbani, Marateb y Mansourian (2017) reveló que el neurofeedback puede disminuir los síntomas de ansiedad y mejorar la regulación emocional.
Además, la estimulación transcraneal con corriente directa (tDCS) ha sido explorada como un tratamiento experimental para la ansiedad. Un metaanálisis de Vicario et al.(2019) concluyó que al aplicar la tDCS en áreas prefrontales, se puede disminuir la hiperactivación vinculada a la ansiedad generalizada.
En relación a la estimulación eléctrica craneal (CES), un estudio de Barclay (2014) descubrió que los pacientes que padecen trastornos de ansiedad generalizada y que fueron tratados con CES mostraron mejoras significativas en sus síntomas en comparación con un grupo que recibió placebo.
-Apoyo farmacológico
Finalmente, la investigación científica indica que los medicamentos ansiolíticos y antidepresivos pueden ser beneficiosos en ciertos casos de ansiedad prolongada. Un metaanálisis de Bandelow y colaboradores (2015) demostró que los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) y las benzodiacepinas son efectivos, aunque es esencial que se usen bajo la supervisión de un profesional de la salud y junto con terapia psicológica para obtener resultados óptimos.
Referencias
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- Bandelow, B., Reitt, M., Röver, C., Michaelis, S., Görlich, Y., & Wedekind, D. (2015). Efficacy of treatments for anxiety disorders: A meta-analysis. International Clinical Psychopharmacology, 30(4), 183–192. https://doi.org/10.1097/YIC.0000000000000078
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- Barclay, T. H., & Barclay, R. D. (2014). A clinical trial of cranial electrotherapy stimulation for anxiety and comorbid depression. Journal of Affective Disorders, 164, 171–177. https://doi.org/10.1016/j.jad.2014.04.029
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- Hofmann, S. G., Asnaani, A., Vonk, I. J., Sawyer, A. T., & Fang, A. (2012). The efficacy of cognitive behavioral therapy: A review of meta-analyses. Cognitive Therapy and Research, 36(5), 427–440. https://doi.org/10.1007/s10608-012-9476-1
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- Khoury, B., Sharma, M., Rush, S. E., & Fournier, C. (2015). Mindfulness-based stress reduction for healthy individuals: A meta-analysis. Journal of Psychosomatic Research, 78(6), 519–528. https://doi.org/10.1016/j.jpsychores.2015.03.009
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- Marzbani, H., Marateb, H. R., & Mansourian, M. (2017). Methodological note: Neurofeedback: A comprehensive review on system design, methodology and clinical applications. Biological Psychology, 123, 1–23. https://doi.org/10.1016/j.biopsycho.2016.11.013
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- Vicario, C. M., Salehinejad, M. A., Felmingham, K., Martino, G., & Nitsche, M. A. (2019). A systematic review on the therapeutic effectiveness of non-invasive brain stimulation for the treatment of anxiety disorders. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 96, 219–231. https://doi.org/10.1016/j.neubiorev.2018.11.012
Conclusiones
Con las herramientas adecuadas, la angustia y los pensamientos intrusivos se controlan. Acude siempre a tu psicólogo de confianza.