Memoria traumática, de Bessel A. Van Der Kolk, MD

Trauma

Historia del trauma

El estudio de la memoria traumática cuenta con una larga historia en el campo de la psicología y la psiquiatría. Se remonta a París, en 1870, cuando Jean-Martin Charcot, padre de la neurología, quedó atraído con la pregunta de qué provocaba la parálisis, los movimientos erráticos, los desmayos repentinos, los colapsos, las risas delirantes y los llantos dramáticos en los pacientes de histeria de los pabellones de un hospital de la ciudad. Charcot y los alumnos lograron comprender que esos extraños movimientos y posturas corporales eran las huellas físicas del trauma.

El trastorno por estrés postraumático o TEPT, es un trastorno de ansiedad, caracterizado por síntomas intensos después de padecer un acontecimiento traumático, que puede haber involucrado daño físico o ser amenazante física o psicológica o emocionalmente, como una agresión o violencia, abuso físico, accidentes de tráfico, desastres naturales, etc.

Desde siempre, hemos considerado que las huellas del trauma quedan almacenadas, no como relatos de las cosas malas que nos han ocurrido en algún momento del pasado, sino como sensaciones físicas que se experimentan como amenazas inminentes a nuestra vida: ahora mismo. Hemos podido entender que la diferencia entre los recuerdos ordinarios y los recuerdos traumáticos, son resultado de un fallo en los sistemas cerebrales responsables de crear los recuerdos autobiográficos.

Desde los primeros ensayos de estrés traumático hasta las investigaciones más recientes en el campo de la neurociencia, los científicos han observado una importante relación entre la acción corporal y la memoria. Una experiencia se vuelve traumática cuando nuestro cuerpo se siente abrumado y reacciona con impotencia y parálisis: cuando no hay nada que puedas hacer para cambiar el resultado de los acontecimientos, el sistema en su totalidad se colapsa. Sigmund Freud se sintió fascinado por la relación entre el trauma y la acción física, y sugirió que la razón por la que los pacientes repiten el trauma se debe a la incapacidad de recordar todo lo acontecido.

Ya que la memoria es reprimida, el paciente se ve obligado a repetir el material reprimido como si fuera una experiencia actual, en lugar de recordarlo como algo que pertenece al pasado.

Ser conscientes de nuestras sensaciones internas, nos permite acceder a la experiencia directa de nuestro propio cuerpo, en una escala que va del placer al dolor; sensaciones que se originan en las capas más profundas del bulbo raquídeo en lugar del córtex cerebral. Es importante conocerlas, porque a las personas traumatizadas les aterroriza lo que les pasa por dentro.

Resultados neuronales

En los escáneres cerebrales, notamos el resultado neuronal de esta alineación de la parte física: las áreas del cerebro dedicadas a la autoconciencia (el córtex prefrontal medio), y la conciencia corporal (la ínsula), se encuentran encogidas en personas con TEPT crónico: la unidad cuerpo, mente, cerebro, ha aprendido a replegarse. Este repliegue implica un coste muy grande: las mismas áreas cerebrales que expresan el dolor y el malestar también son responsables de transmitir las sensaciones de placer, alegría, resolución y conexión con los demás.

El conocerse a uno mismo, sentir los impulsos físicos, notar cómo el cuerpo se tensa y se contrae, y cómo las emociones, impulsos y recuerdos surgen conforme tu conciencia interior aumenta. Las huellas sensoriales del trauma pueden ejercer un enorme efecto sobre nuestras reacciones, conductas y estados emocionales posteriores.

Tras habernos acostumbrado a mantenernos en guardia a fin de impedir que los demonios del pasado entren en nuestra conciencia, debemos aprender a advertirlos sin juicio y observarlos tal y como son: señales para activar programas innatos de acción motriz.

Seguir su curso natural nos ayuda a reorganizar nuestra relación con nosotros mismos. Pero esta autosupervisión consciente a menudo es anulada, lo cual provoca el pánico, los actos explosivos, la paralización o el colapso.

Tenemos que establecer contacto superficial con las sensaciones internas y aprender a tolerarlas al observar que podemos sobrevivir cuando las sentimos, pero después, regresar a rutinas más seguras. Este trabajo no tiene nada que ver con la abreacción o, expulsar el trauma.

Aprender a actuar de forma prudente a la sensación sentida nos abre la posibilidad de llegar a conocer las señales de peligro que acechan en nuestro interior y adquirir control sobre ellas.

Pero antes de que podamos sentir de manera segura las sensaciones asociadas al terror, primero tenemos que entrar en contacto con la fuerza interior y la agresividad saludable.

El sistema de motivación es controlado por el sistema dopaminérgico del cerebro, y el sistema de acción por el noradrenérgico. Para que la persona pueda enfrentarse a grandes desafíos con sentido de propósito en la vida, ambos sistemas necesitan ser galvanizados en el proceso terapéutico.

Una buena terapia consiste en aprender a traer a la memoria la sensación sentida sin sentirse anulado, por lo que permanece al acecho en el interior. Darte permiso para notar tu propio proceso, activa las rutas cerebrales que conectan las partes racionales y emocionales del cerebro, y ésta es la única forma conocida de que una persona pueda reorganizar conscientemente el sistema perceptual del cerebro.

Para poder estar en contacto contigo mismo, tienes que activar la ínsula anterior, el área cerebral responsable de cómo te sientes con tu cuerpo y tu ser.

La atención detenida y consciente a las sensaciones internas y movimientos sutiles de la experiencia somática, es distinta de la mayoría de las terapias expresivas que se centran en la acción dirigida hacia el exterior en lugar de la sensación sentida del ser.

La atención a las experiencias internas saca a la luz movimientos procedimentales que suelen ser involuntarios y reflejos, y que, a diferencia de las acciones voluntarias, participan diversos sistemas cerebrales, como el cerebelo y el sistema extrapiramidal.

Este ensayo supone un marcado contraste frente a las terapias que animan a los supervivientes a revivir sus traumas, en los cuales se corre el riesgo de general condiciones en las que las personas traumatizadas siguen en un estado de gran temor y agitación física, y la agonía del pasado puede salir reforzada.

Si esto ocurre, la memoria traumática podría reconsolidarse al estar ligada con estos nuevos estados de terror, y la sensación de sentirse abrumado por el propio mundo interior puede aumentar.

Al permitir que la tensión explosiva del trauma sobre el cuerpo sea resuelta, esta investigación pone fin a la vergüenza paralizante, la aflicción, la rabia y la sensación de pérdida.

Debemos crear una experiencia de acción sentida en el cuerpo, en lugar de la rabia incontrolada. Sólo cuando somos capaces de adoptar una posición más objetiva, tomar conciencia de nosotros mismos, reducir la intensidad de nuestras emociones y sensaciones, y activar nuestras reacciones físicas defensivas innatas, podemos aprender a modificar nuestras inadaptadas y profundamente arraigadas reacciones de supervivencia y, al hacerlo, dejar atrás los recuerdos obsesivos.