Trastorno de estrés postraumático-TEPT. Hace unos meses, tuvo lugar en mi consulta un encuentro con una paciente que me impactó mucho. Era una mujer de poco más de treinta años que había salido viva de un incendio en su edificio. Por respeto a su privacidad, no daré información personal, pero quiero compartir cómo este evento alteró su vida y cómo la psicología basada en el conductismo y el cognitivismo puede ayudar a convertir esta experiencia traumática en algo más llevadero.
Lo que le ocurrió es algo que cualquiera de nosotros podría temer: una noche, el humo llenó su departamento, y tuvo que escapar rápidamente sin tiempo para reflexionar. Perdió sus pertenencias y se enfrentó a la posibilidad de morir; aunque salió físicamente ilesa, el impacto psicológico fue profundo.
Este caso es interesante porque ejemplifica claramente cómo opera el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y las formas en que podemos tratarlo con métodos efectivos.
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¿Qué sucede en la mente tras experimentar un trauma?
Desde una perspectiva cognitiva y conductual, el trauma no se limita al evento en sí, sino a la forma en que se procesa. Después del incendio, mi paciente comenzó a tener recuerdos intrusivos: visiones repetidas de las llamas, el sonido de las sirenas y el olor a humo. Durante las noches, despertaba asustada por pesadillas y evitaba cualquier situación que le recordara lo ocurrido, incluso encender velas en su hogar.
Este comportamiento es muy común en el TEPT:
-Reexperimentación (flashbacks, pesadillas, pensamientos persistentes).
-Evitación (no querer hablar del incidente, evitar cocinas, chimeneas o lugares cerrados).
-Alteraciones en el pensamiento y las emociones (culpa, dificultad para enfocarse, sensación de peligro constante).
-Hiperactivación física (hipervigilancia, insomnio, sobresaltos excesivos).
La neurociencia nos indica que el hipocampo y la amígdala son fundamentales en este proceso: la amígdala genera la respuesta de alarma, mientras que el hipocampo tiene dificultades para contextualizar el recuerdo, provocando que la experiencia se sienta como si estuviera sucediendo en este momento.
Conductismo y cognitivismo: cómo comprendemos y abordamos el TEPT
El enfoque conductual nos indica que, tras un trauma, ciertos estímulos neutros (un olor, un sonido, un lugar) se convierten en estímulos condicionados que provocan ansiedad. Esto se relaciona con el clásico condicionamiento de Pavlov: humo igual a peligro.
Por otro lado, desde la perspectiva cognitiva, sabemos que la persona forma interpretaciones y creencias negativas que mantienen el problema: “No estoy a salvo en ningún lugar”, “si duermo, sucederá algo malo”. Estas creencias disfuncionales alimentan un ciclo de miedo y evitación.
El tratamiento más efectivo generalmente combina ambos enfoques, lo que incorpora terapias cognitivo-conductuales para el trauma, ampliamente respaldadas por evidencia científica (Foa, Hembree, Rothbaum, 2007; Ehlers, Clark, 2000).
El caso en consulta: las primeras sesiones.
En las etapas iniciales, mi paciente creía firmemente que nunca volvería a sentirse en paz en su hogar. Su nivel de nerviosismo estaba por las nubes: dormía apenas tres horas seguidas, y ante cualquier ruido, temía que pudiera haber un incendio nuevamente.
Lo primero que hice fue educarla sobre el tema. Le expliqué qué es el TEPT, cómo su cerebro respondía de manera “normal” a un evento “anormal”, y que existían tratamientos que realmente funcionan. Darse cuenta de que sus síntomas tenían una identificación y una razón disminuyó parte de su estrés: dejó de pensar que “se estaba volviendo loca”.
Técnicas que aplicamos
-Exposición prolongada
El componente fundamental de la terapia conductual para el TEPT es la exposición. Gradualmente, empezamos a reconstruir el recuerdo del incendio en un entorno seguro, rehecho en su mente hasta que la ansiedad comenzó a bajar. También trabajamos con la exposición en situaciones reales: como encender una vela en la consulta, acercarse a cocinas, o mirar vídeos de fuego. La clave es que, a través de la habituación, el cerebro aprenda que esos estímulos ya no son una amenaza real.
-Reestructuración cognitiva
Detectamos pensamientos como “siempre estoy en peligro” o “no debí salir corriendo, podría haber ayudado más”. En este paso, trabajamos con preguntas socráticas, buscando pruebas a favor y en contra, hasta llegar a ideas más realistas: “Lo que hice fue lo que cualquiera habría hecho para sobrevivir”.
-Entrenamiento en relajación y regulación fisiológica
Incorporamos técnicas de respiración diafragmática y mindfulness centrado en el presente. Desde una perspectiva conductual, esto se traduce en contra condicionamiento: enseñarle al cuerpo respuestas que no sean compatibles con la ansiedad.
-Prevención de recaídas y exposición gradual a la vida diaria
Por último, creamos un plan de actividades que había dejado de realizar: dormir con la luz apagada, volver a usar la cocina, quedarse sola en casa. La meta era que la evitación no siguiera restringiendo su vida.
Resultados después de varios meses
Tras aproximadamente 15 sesiones, los cambios fueron sorprendentes:
Las pesadillas disminuyeron considerablemente.
Logró volver a dormir entre 6 y 7 horas.
Ya no evitaba su hogar ni los olores a humo.
Su ansiedad se redujo de un 9/10 a un 3/10 en la escala subjetiva.
Este caso me recordó la gran capacidad de recuperación de las personas y cómo, con las herramientas adecuadas, se puede convertir el recuerdo traumático en algo manejable.

Evidencia científica y terapias complementarias
Aunque la terapia cognitivo-conductual continúa siendo el estándar dorado para tratar el TEPT, hay otras metodologías respaldadas por la investigación:
-EMDR (Desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares): útil para volver a procesar recuerdos traumáticos.
-Terapia de exposición narrativa: especialmente útil en situaciones de traumas múltiples.
-Intervenciones de medicación: ISRS como sertralina o paroxetina pueden ser útiles, aunque nunca reemplazan a la terapia psicológica.
Además, surgen nuevas investigaciones sobre metodologías como el neurofeedback o la estimulación cerebral no invasiva (tDCS, TMS) que podrían ayudar en la recuperación, aunque la evidencia en este punto todavía es preliminar en comparación con la terapia cognitivo-conductual.
Conclusiones
Como psicólogo, estos casos me hacen pensar que el trauma no se trata solo de «superar un mal recuerdo», sino de rehacer la manera en que nuestro cerebro entiende el peligro. Desde la perspectiva del conductismo, analizamos los mecanismos de condicionamiento que sostienen el temor, y desde la óptica del cognitivismo, exploramos las creencias que lo alimentan.
Es fundamental que el paciente comprenda que no está solo y que no está destinado a revivir el trauma para siempre. La disciplina de la psicología nos proporciona herramientas eficaces y sólidas para facilitar que, poco a poco, la vida recupere su normalidad.