Trastorno de Personalidad

Trastorno de Personalidad

¿Qué es un trastorno de personalidad ( TP)?

Vamos a intentar responder sobre el trastorno de personalidad y de el por qué uno es como es. Antiguamente, personalidad normal y anormal se han estudiado de forma separada, como si por un lado existiera una ciencia de la personalidad y otra de los trastornos de ésta.

Procuraremos fusionar ambas ciencias, y nos centraremos en los métodos clínicos a partir de la visión de que a menudo estos trastornos de la personalidad (TP), son manifestaciones extremas de la personalidad del ser humano.

Los trastornos de personalidad son un conjunto de tipologías de maneras de sentir, pensar y actuar concretas y, por esto, teóricamente diferenciables. Si estos trastornos son o no parte de un continuismo con la personalidad normal o si existen como entidades propias y diferenciables, es un tema muy complejo y abierto.

A estos asuntos se le suman controversias muy recientes, como ¿si cambian o no cambian con el tiempo?, o si ¿son los TPs maneras de ser desadaptadas o adaptadas y si se ajustarían a un modelo basado en la evolución por selección natural?

En lo que sí hay un consenso mayoritario es que sufrir de un TP comporta un grado de malestar significativo y perjuicios para aquel que lo padece.

Las personas diagnosticadas de un TP no solo son personas que tienen demasiado o demasiado poco de una determinada característica o rasgo de personalidad, sino que también tienen problemas a causa de su carácter y temperamento.

Puede parecer lógico presuponer que el extremismo en aspectos como la suspicacia, el retraimiento social, la impulsividad o la emocionabilidad resultarán problemáticos, pero no necesariamente todos los extremos en una dimensión de la personalidad tienen por qué ser patológicos.

Nuestro equipo de Ipsia Psicología, cuenta con psicólogos expertos en trastornos de personalidad.

¿Por qué motivo al leer sobre los TP sentimos una extraña sensación de reconocimiento de nosotros mismos?

En concretos momentos nos vemos en parte reflejados. También es muy posible que nos sintamos angustiados, deprimidos antisociales o suspicaces, aunque de un modo menos intenso y no tan duradero.

Los TP se definen como categorías “puras”, prototipos hipotéticos e “ideales”, que describen cada uno de los posibles 10 trastornos que se presentan. Estas categorías prototípicas están presentes en la mente de los profesionales de la salud mental y son corrientes en la jerga clínica, como, por ejemplo, describir a un paciente como “el típico narcisista o antisocial”.

Debemos ser conscientes de que en el ámbito de la personalidad patológica las fronteras entre las categorías son más difusas de lo que las definiciones propugnan. El solapamiento entre diagnósticos es, más la norma que la excepción. Solo una de cada tres personas con diagnóstico de trastorno límite de la personalidad, el más frecuente, presentan solamente este problema.

Los restantes dos, al margen del de límite, tendrán uno o más diagnósticos adicionales de personalidad.

Las maneras patológicas de la personalidad son una mezcolanza de rasgos y, en pocas ocasiones, perfiles puros o prototípicos.

Sin duda, esta es una de las numerosas críticas que la clasificación de diagnósticos de los TP ha recibido.

La discusión sobre si la personalidad debiera o no clasificarse según la forma categorial de 10 diagnósticos concretos, está más abierto y activo que nunca. El enfrentamiento está en entender la personalidad como un continuado entre dos extremos en el que uno se sitúa en un punto; por ejemplo, entre introvertido y extrovertido o entre ser afable o antagonista.

Por otra parte, el modelo actual clásico categorial, que entiende el TP como un interruptor eléctrico, o sea, se tiene o no se tiene una característica de personalidad, de la misma manera que pasa o no esta característica es siempre patológica.

Dos claros ejemplos de la vigencia del dilema fueron el intento de cambio del modelo estadounidense para el diagnóstico psiquiátrico, el DSM-5, de 2013, y el proceso actual de elaboración del otro gran diagnóstico de la OMS, la ICD-11.

En el primer caso, se creó un grupo de trabajo preparado para incorporar investigaciones recientes que apoyan los modelos dimensionales. Tras despertar encendidas controversias entre los más destacados escritores de la psicología de la personalidad, la nueva versión del DSM mantuvo el modelo categorial y los 10 diagnósticos de TPs que se usan.

La propuesta alternativa fue, como un modelo híbrido categorial/dimensional y quizá por ello no narcisista, límite, esquizotípico, evitativo y obsesivo-compulsivo, de los 10 diagnósticos de TPs clásicos, que se basaba sobre un modelo de dimensiones de personalidad y sugería cambiar la idea de patrón dominante de pensar, sentir y comportarse.

Quienes defienden a favor de la clasificación categorial tradicional sostienen que es fácil de entender y útil, ya que los clínicos ya están familiarizados con los criterios, lo que permite un marco común de referencia para conceptualizar al paciente. Los críticos plantean cuatro grandes problemas de las clasificaciones categoriales.

Existe una gran comorbilidad entre los diferentes trastornos de personalidad y la consistencia interna es baja, ya que hay un alto solapamiento de criterios en personalidad y otros cuadros clínicos lejos al mundo del temperamento y el carácter.

Asimismo, es llamativo el uso excesivo de la etiqueta de TP no especificado (TPNE), es decir, que un clínico tiene claro que está ante una persona con una personalidad desadaptada que la genera problemas pero que no cuadra con ningún tipo bien definido, manifestándose el escaso ajuste entre los pacientes reales y los prototipos propuestos por los 10 diagnósticos específicos.

En un estudio actual, hasta un 30% de los diagnósticos de personalidad fueron TPNE, siendo el más utilizado. Por otro lado, la heterogeneidad de presentaciones de un mismo TP también representa un problema ya que, dentro de un mismo diagnóstico, hay bastante variabilidad. Finalmente, últimas dos desventajas del enfoque categorial se relacionan con la falta de validez empírica.

Los puntos de corte para delimitar si se tiene o no un diagnóstico, son arbitrarios y consensuados por expertos, pero no hay evidencia ni datos que los apoyen. Por esto, cuando se pide a los clínicos que evalúen viñetas de caos prototípicos y no prototípicos, el consenso entre evaluadores es solamente aceptable para los casos prototípicos pero pobre en los no prototípicos.

Estos mismos análisis han reaparecido de nuevo con la revisión del ICD-11, que ha planteado un nuevo modelo alternativo. En este modelo, solo se conservaría un único diagnóstico general de TP, con lo que se eliminarían los 10 tipos concretos. Las implicaciones serían muy relevantes pues causaría la desaparición de los pacientes con diagnóstico de TP límite de la personalidad, que padecen ni más ni menos que un 3% de los europeos y un gasto de salud mental en Europa de un 15%.

Los resultados serían muy significativos tanto a nivel económico como a nivel de accesibilidad a los tratamientos que, actualmente existen para los diagnósticos específicos. Es lógico pensar que no es el mismo tratar una personalidad evitativa, caracterizada por la inhibición social y los sentimientos de inferioridad, que una personalidad antisocial, con una marcada tendencia al desprecio y violación de los derechos de los demás.

La oposición de las organizaciones internacionales de personalidad, como la European Society for the Study of Personality Disorders y la International Society for the Study of Personality Disorders, ha estado conforme.

Nos encontramos en un momento interesante de transición de modelos y queda patente que el modelo actual tiene muchas pegas. En cambio, está resultando más difícil de lo esperado encontrar una alternativa que resuelva más inconvenientes de los que podría originar.

Conclusiones sobre el trastorno de personalidad

Están agrupados, en función de las similitudes de sus características, en los grupos A, B y C. Las personas del grupo A, que incluye paranoide, esquizoide y esquizotípico, se caracterizan por ser raros y excéntricos. En el caso de personalidades del grupo B, (antisocial, límite histriónica y narcisista), se definen por la emocionalidad, la impulsividad y por ser exageradamente dramáticas.

Para finalizar, todas aquellas personas que presentan un trastorno del grupo C, como son los obsesivo-compulsivos, los evasivos y los dependientes, son temerosas o ansiosas.

Se comparte no solo la información científica actual sino también los aspectos claves del tratamiento y el manejo del problema.

La información busca ser útil tanto para quien sufre el trastorno a nivel individual como para su entorno, sus familiares y amigos.