¿Podemos llamar patológica a la personalidad patológica?

Personalidad patológica

Personalidad patológica

A día de hoy, podemos considerar a la personalidad patológica, como patologías, o sea, como el producto de errores o anomalías. Intentaremos explicar cuáles son los errores genéticos, los traumas, o los estilos parentales dañinos que nos vuelven en la edad adulta extremadamente impulsivos, miedosos, impulsivos, desconfiados, egocéntricos o dependientes.

Ver los TP como enfermedades no es desatinado. Por un lado, los rasgos de personalidad extremos producen sufrimiento a sus portadores o a las personas que los rodean, o bien desgastan el funcionamiento en uno o varios entornos de la vida: trabajo, familia, salud… Por otro, los sistemas de nuestro organismo fallan con alguna asiduidad, y los sistemas cognitivos y emocionales que conforman nuestra personalidad no constituyen una excepción.

Nos cuestionamos si los TP, pueden ser variantes adaptativas más que desarreglos. Hasta la década de los 80, si un animal mostraba conductas muy distintas a las de la mayoría de la población los biólogos pensaban que era anormal. Ahora lo llaman estrategia.

En Ipsia Psicología contamos con psicólogos expertos en todo tipo de patologías de la personalidad.

Propagación del mejor adaptado

La mecánica inicial de la evolución es sencilla. Los miembros de una especie son distintos entre sí y esas diferencias se deben en a mutaciones genéticas que van acumulándose en cada generación y se transmiten a la descendencia. Dado que las mutaciones ocurren al azar, la mayoría de ellas suelen producir rasgos perjudiciales, o totalmente irrelevantes.

Sobre esta variación actúa la selección natural. Los conductores de rasgos desventajosos, morirán antes que otros miembros de su especie, o bien tendrán menos descendencia, de forma que esos rasgos tenderán a la extinción.

Pequeñas desventajas adaptativas pueden suprimir una característica en pocas generaciones. En cambio, unas pocas mutaciones dan lugar a rasgos que proporcionan a la persona alguna ventaja sobre sus congéneres: una mayor capacidad para metabolizar oxígeno, una piel que facilita el camuflaje, o una mayor disposición a cuidar de los niños.

Los conductores de estas mutaciones ventajosas tendrán mayores probabilidades de sobrevivir o posiblemente dejarán más descendencia. La frecuencia de ese rasgo en la población aumentará a lo largo de las generaciones sucesivas, y puede llegar a sustituir el fenotipo original.

Integrantes de la eficacia biológica y selección sexual

Medimos la eficiencia biológica a través de sus integrantes. El más importante es el éxito de la reproducción a lo largo de la vida. Así, para averiguar si un rasgo cualquiera, la agudeza visual, el tamaño, la velocidad, la impulsividad, es o no biológicamente adaptativo, calculamos si las personas que presentan ese rasgo se reproducen más exitosamente que los que carecen de él.

Hay además otros dos participantes, la supervivencia y el éxito en el emparejamiento, que son una condición previa para la reproducción y se utilizan para medir la eficiencia biológica.

Los organismos se diferencian en una multiplicidad de rasgos como la fuerza, la salud, el atractivo, la capacidad para conseguir nivel social, la inteligencia, o determinadas características de personalidad, que inciden directa o indirectamente en los componentes de la eficiencia biológica.

De estos rasgos, solo aquellos que pasan por el camino del éxito reproductivo, cambiando el número o la calidad de la descendencia, serán relevantes dentro de la evolución. Diremos que están sometidos a selección natural.

La selección sexual explica la existencia de muchos rasgos aparentemente muy desadaptativos. Una personalidad atrevida reduce en muchas especies la supervivencia, pero mejora a cambio el éxito en el emparejamiento, y eso mantiene el rasgo en la población.

En seres humanos, se ha propuesto que la inclinación de los machos jóvenes a correr riesgos absurdos como conducir rápido, consumir drogas, pelear, o romper las normas va también dirigida a manifestar la buena forma física, el valor y la posición dominante entre los pares: es la hipótesis del “cabrón chiflado”.

Estas conductas son universales, aparecen al inicio de la edad reproductiva, se suavizan en la adultez, y están ligadas con más parejas y un nivel social grupal más alto. Decía David Buss, precursor del evolucionismo en Psicología, no enamoramos a alguien por tener dos piernas, una cabeza y los ojos en posición frontal. La clave principal es marcar las diferencias.

Evolución y Personalidad

Las maniobras vitales nos conducen a la personalidad. Aunque todos los seres vivos con sistema nervioso compartimos una serie de mecanismos emocionales y motivacionales que dirigen nuestra adaptación conductual al entorno, la fuerza, la sensibilidad, o predominio de esos mecanismos varía, dando lugar a diferencias de personalidad.

El sistema de alarma está trazado para reaccionar a pérdidas o amenazas con respuestas defensivas espontáneas. Estas consisten en estados emocionales aversivos que discrepan según la situación, ansiedad, miedo, tristeza, ira, vergüenza, nostalgia, asco, celos, así como respuestas conductuales como evitación, petrificación, huida, apaciguamiento o agresión. Este mecanismo no solo es necesario para la supervivencia: lo más seguro es la razón principal por la que tenemos cerebro.

También disponemos de un sistema de activación por incentivos que nos empuja hacia estímulos tales como alimento, relaciones sociales, sexo o bienes materiales.

La fuerza de este sistema varía y hay personas muy entusiastas que se sienten atraídas por cualquier reclamo, solo para olvidarlo y enfilar el siguiente.

La afiliación, nos ayuda a intercambiar compañía, protección y afecto con nuestros congéneres, y a establecer vínculos duraderos.

La distinta fuerza y sensibilidad de estos mecanismos, delinea los rasgos de neuroticismo, extraversión, afiliación y control. Se ha querido comparar esta estructura con la de un ecualizador, en el que cada persona mostrase una diferente calibración de los parámetros básicos, timbre, tono, intensidad, ritmo, dando lugar a un sonido final característico.

La personalidad mantiene una estrecha relación con las estrategias vitales. Se ha observado en otras especies que distintas estrategias, fidelidad o promiscuidad, dominación o subordinación, temeridad o cautela, llevan a veces emparejados rasgos morfológicos dispares.

Si la maniobra reproductiva de una persona consiste en fertilizar el mayor número de parejas maximizando el número de hijos y minimizando la inversión en ellos, precisará una elevada atracción por la novedad, poco miedo, ninguna afiliación, y un escaso control conductual.

Cualquier desviación de estos parámetros, como ser amante de la rutina, sentimental, miedoso, o rígido, entorpecerá la estrategia y la volverá ineficaz.

Personalidades desadaptadas

Nos planteamos ahora la cuestión de las personalidades patológicas y su relación son la evolución. Si coincidimos en que lo normal y adaptativo es ser optimista, equilibrado, afable, honesto y trabajador, ¿qué es lo que sucede para que no seamos así?

Habiendo investigado en los métodos vitales de humanos y otros animales, podemos considerar que la selección natural no solo homogeneiza, sino que diversifica, y que no todo rasgo inconveniente es necesariamente un defecto. Ensalzaremos las posibles ventajas biológicas de ser neurótico, psicópata y narcisista.

Para los clínicos, una persona adaptada es el que padece niveles de malestar llevaderos y cumple de forma aceptable con sus roles social, marital, laboral y parental. Pero la adaptación biológica alude exclusivamente a perpetuar los propios genes; el que esto se acompañe de sufrimiento o desviación social es irrelevante. De esta manera, podemos concebir la desconfianza del paranoide como el producto de un mecanismo adaptativo cuyo designio biológico es la detección de deslealtades y maquinaciones por parte de los congéneres.

La dependencia se identifica con la búsqueda de alivio en personas más capacitadas; la psicopatía, con el expolio de recursos ajenos mediante el engaño o la coacción; el narcisismo, con el resultado de poder por medios no cooperativos; el histrionismo, con la obtención de afecto, protección u otros bienes a través de la seducción o la manipulación; la obsesión con la forma de cerrarse contra eventualidades ambientales mediante la anticipación y el control.

No es necesario que estas adaptaciones sean ventajosas siempre, sino solo en promedio. El que la impulsividad aumente las muertes accidentales, o el paranoidismo coarte el establecimiento de alianzas, es sin duda desadaptativo. Pero si a pesar de todo el resultado final es una ventaja reproductiva, el rasgo será una adaptación y no un trastorno, y se propagará en la población.

Se calcula que existen a día de hoy 16 millones de descendientes directos de Genghis Khan, personaje sanguinario, mientras que personas célebres como Descartes, Da Vinci o Newton murieron sin sucesión. Darwin tuvo diez hijos.