Problemas de atracción y deseo sexual

Problemas de atracción y deseo sexual

Introducción a los problemas de atracción y deseo sexual

El bajo deseo origina en quien lo sufre, síntomas de ansiedad y depresión

La inapetencia aparece cuando hay ausencia de deseo a la hora de mantener relaciones sexuales, produciendo malestar en la persona que lo padece y afectando a sus relaciones interpersonales. No se debe a que la otra persona no produzca ese deseo; tampoco está relacionado con ninguna patología de origen orgánico.

Cuando una persona sufre inapetencia sexual y lleva un tiempo prolongado con su pareja, se llega a preguntar si esta ausencia de deseo se debe al hecho de que se esté pasando por una crisis o si se ha perdido la atracción.

Pero la falta de deseo sexual no se debe a las fases por la que pasa una relación. Por ello, se deben saber identificar sus síntomas y saber si nos encontramos ante una falta de deseo real.

En Ipsia Psicología, contamos con psicólogos expertos en todo tipo de problemática sexual.

Síntomas

La sexualidad nos proporciona la capacidad de expresarnos, formar vínculos o sentirnos más unidos todavía a nuestra pareja. Sin ellas, podemos notar desconexión con el otro, pero también con nosotros mismos. La sexualidad se ve afectada cuando la persona presenta bajo apetito sexual, el cual se extiende en el tiempo y parece que nada lo puede solucionar.

¿Qué síntomas nos delatan que nos encontramos ante falta de deseo sexual?

Evitar con asiduidad cualquier propuesta sobre una actividad sexual, con nuestra pareja o con otras personas.

Aparecen múltiples excusas, como que no es un buen momento o que nos encontramos mal. Estas excusas son recurrentes y provocan tensiones o discusiones.

El deseo sexual varía en una persona. No siempre se está predispuesto y debemos decir que no cuando no queramos. Pero en un caso concreto de bajo deseo sexual, este deseo siempre es bajo.

La masturbación ha disminuido en su frecuencia, incluso puede desaparecer.

La masturbación es un parte indispensable de la vida sexual de muchas personas. Se pueden establecer unos ciclos y rutinas y se sabe una media de veces que se practica a la semana.

Esta media se verá afectada si hay falta de deseo sexual. El ritmo es muy bajo, en caso de que aparezca, y puede deberse más a otros factores que al deseo en sí.

No hay iniciativa por nuestra parte para proponer citas sexuales.

Con la bajada de deseo, sí se practica sexo en algunas ocasiones. Estas ocasiones son mínimas y no son propuestas por la persona que sufre el bajo deseo. No se debe a no querer tener intimidad, sino simplemente al mero hecho de que haya un contacto sexual.

Eludir las situaciones donde sabemos que puede haber una disponibilidad a tener sexo

Esto es muy palpable en el marco de una relación o cuando hay una convivencia de por medio. Hay ciertas situaciones que sabemos que pueden acabar con sexo. Por eso, modificamos nuestras rutinas para que esto no se dé. Se hace de una forma evidente y muy habitual.

Ausencia de sexo

Nos damos cuenta que el sexo no se encuentra entre nuestras preferencias, lo hemos rebajado y no pensamos en ello, salvo que salga en una conversación.

Con el transcurso del tiempo, aparecen problemas en nuestras relaciones. Lo vivimos como una situación que nos genera estrés y ansiedad. Sentimos que es algo obligatorio y que nunca queremos hacerlo. Es necesario estudiar de donde viene este bajo deseo o si se produce solo con nuestra pareja sexual frecuente. Es el primer paso para solucionar el problema.

¿Qué diferencias existen entre deseo sexual y atracción sexual?

El sexo es disfrutado por muchos, pero al mismo tiempo es un mundo bastante desconocido. Hay muchas ideas que son confundidas o que despiertan más dudas de lo normal.

Diferencias entre deseo sexual y atracción sexual

Lo primero, es necesario hablar de dos conceptos que vamos a usar mucho en este artículo.

El primero es la orientación sexual, con el cual nos referimos hacia dónde se dirige nuestra atracción sexual, qué género o géneros nos gustan, o si no nos gusta ninguno. Existen heterosexuales, homosexuales, bisexuales y asexuales, aunque se plantea la existencia de otras sexualidades en función de los datos que se van obteniendo.

Lo que sí debemos entender es que no hay orientaciones sexuales para absolutamente todo. Que nos gusten las personas inteligentes, las mujeres morenas o los hombres fornidos no son orientaciones sexuales.

La expresión de género es un conjunto de comportamientos. Es la forma en la que nos ajustamos a lo que se entiende por ser un hombre o mujer en su sentido más estereotípico.

¿A qué llamamos atracción sexual?

Siempre decimos que sentimos atracción sexual hacia alguien cuando esa persona, nos llena, nos transmite algo. Sentir atracción sexual hacia alguien implica que esa persona tenga ciertas características que nos despiertan algún tipo de interés sexual.

Esta atracción siempre va dirigida a alguien en particular, y no es posible controlarla a voluntad. Por lo que, que nos atraiga sexualmente alguien o que no nos atraiga en lo más mínimo es algo que no podemos controlar.

¿Qué es el deseo sexual?

Lo podemos entender como las ganas de tener sexo. En este tema, cuando hablamos de sexo lo debemos entender en su sentido más extenso, incluyendo toda práctica sexual, tanto con otras personas, como el coito, como de forma individual, como también la masturbación.

¿Cómo distinguir entre ambas?

La atracción sexual y el deseo sexual van muy acompañados, cada cosa tiene su espacio en toda relación sana. Pero no siempre se presenta la atracción sexual acompañada de deseo sexual, y el deseo sexual puede aparecer sin necesidad de que haya atracción sexual.

El deseo sexual es algo que no siempre está presente y que no tiene por qué darse en presencia de algo que nos atraiga sexualmente.

Incluso puede que cuando estemos con nuestro chico o chica, con quien sentimos atracción sexual, en un momento determinado no sentimos deseo sexual.

El deseo sexual se puede cambiar, a diferencia de la atracción sexual y, como hemos comentado con el caso de la masturbación, no tiene por qué dirigirse hacia alguien en concreto. Es muy habitual que el pene esté erecto y es durante las mañanas en las que más probabilidades hay de que uno acabe masturbándose, sin que haya nadie que nos haya despertado ese deseo sexual.

Al ser el deseo sexual modificable se puede trabajar, tanto con terapia como por cuenta propia. Puede que en este momento no sintamos deseo sexual, pero si nos ponemos a buscar pornografía quizás se nos despierten las ganas de sexo. También puede ocurrir lo contrario, que estemos sintiendo un deseo sexual muy fuerte y que no nos conviene manifestarlo ahora.

La atracción sexual no se puede modificar, a pesar de que esta idea sigue bastante extendida en la cultura general.

La indecisión de la atracción sexual es involuntaria. Que varíe a lo largo del tiempo depende de muchas circunstancias, como puede ser habituarse a su compañía o un cambio en nuestros gustos que han hecho que nos fijemos en esa persona en específico. La otra, muy distinta, es la idea de que podemos hacer esos cambios a voluntad, es decir, que nos atraiga sexualmente alguien.

Terapia de conversión

Si hemos entendido las diferencias entre deseo y atracción sexual, podemos comprender por qué la terapia de conversión, una pseudoterapia sin ninguna eficacia y que genera más daño que bien, no ayuda.

Hasta hace poco tiempo, la homosexualidad y cualquier orientación sexual que no fuera la heterosexual, era considerada una desviación altamente grave, en muchos casos una enfermedad mental. Sentir atracción hacia las personas del mismo género era visto un delito y como todo problema se buscaron soluciones, siendo la terapia de conversión la propuesta para ello.

En este tipo de terapia se abordaba el problema de sentir atracción sexual por las personas del mismo género. En cambio, la atracción sexual no es modificable de forma voluntaria, a diferencia del deseo sexual.

No se puede conseguir que una persona pase de homosexual a heterosexual, y de hecho, la propia APA, (Asociación Estadounidense de Psicología), así lo ha repetido en diversos comunicados al respeto, de que no existe tratamiento científicamente demostrado que sirva para cambiar la orientación y atracción sexual, ni tampoco se recomienda someterse a ninguno.

Como no es posible modificar la atracción sexual, los “médicos” se centraban en evitar que la persona llevara a cabo conductas homosexuales, les producían aversión a las personas de su mismo género, por medio de diversas técnicas de muy dudosa ética.

O sea, cuando estaba en una situación en la que veía a personas de su mismo género que le atraían sexualmente, en vez de despertarse deseo sexual se le despertaba un gran e intenso malestar. Esto hacía que, en vez de tener sexo con otros hombres o mujeres, lo evitara.

Por esto, la persona mostraba evitación hacia lo que antes le gustaba, una forma disfuncional de enfrentarse a su nueva realidad.

Para concluir, les inoculaban un miedo. Además, las personas que eran sometidas a este tipo de tratamientos tenían más posibilidades de sufrir depresión y presentaban ideas suicidas.

La asexualidad

Para terminar de entender las diferencias entre deseo sexual y atracción sexual, destacamos el caso de la asexualidad. La asexualidad es la ausencia de atracción sexual hacia los demás, tanto hombres como mujeres u otros géneros.

Las personas asexuales pueden enamorarse, pueden sentir atracción romántica, y pueden tener relaciones sexuales dado que sienten deseo sexual. En caso de que decidan tener relaciones sexuales no hay nada, ni físico ni psicológico, que les impida disfrutar de su propia sexualidad. Se pueden masturbar tanto como quieran y tener fantasías sexuales.

Puede sorprender, pero, las personas asexuales no tienen atracción sexual. Pero que no tengan atracción sexual no significa que no puedan disfrutar del sexo. Seguramente pueden no sentir atracción sexual hacia un hombre, mujer o persona no binaria, pero, si tienen la oportunidad de tener una relación sexual, no tienen por qué rechazarla.

Debemos entender que, la ausencia de atracción sexual hacia otras personas no es ningún trastorno psicológico que deba ser tratado como un problema de falta de deseo sexual. Que ninguna persona nos atraiga sexualmente no significa que estemos muertos interiormente o no hayamos explorado lo suficiente nuestra sexualidad.