Hablamos de Narcisismo y Psicopatía

Narcisismo y Psicopatía

Narcisismo

Hoy hablaremos de Narcisismo y Psicopatía. La creación de jerarquías de poder caracteriza a, absolutamente, todas las especies sociales. Un grupo de personas que no se conocen de nada tarda menos de diez minutos en establecer una jerarquía, y esto es así desde la tierna edad de tres años.

Los rasgos de personalidad de dominancia y subordinación están al servicio de esta ordenación vertical de los grupos. La persona dominante nota y señala a los demás su propio lugar en el rango: se siente superior a otros, pretende aparentar seguridad y competencia, toma la iniciativa, se sitúa en el foco de atención, tiene una postura corporal expansiva, habla fuerte y rápido, mira a los ojos, interrumpe más y sonríe menos.

Por el contrario, la persona subordinada, se siente inferior, cede el protagonismo, se somete para evitar discusiones, tiene una postura contraída, habla bajo, y reparte sonrisas y fórmulas de mediador. Contrario a lo que solemos pensar, la creación de jerarquías de poder ayuda a rebajar los conflictos: una vez resuelta la lucha por el estatus, todos quedan enterados de quién toma las decisiones o elige pareja.

La cruenta búsqueda de poder no es una patología en otras especies. Tampoco en seres humanos hay evidencia de que el narcisismo, una variante extrema de la dominancia, origine desventajas a la persona: más bien causa problemas a otros y se relaciona con un poder más alto. Por otro lado, el estatus comporta, una vez que se ha alcanzado, grandes beneficios para quien lo ostenta.

Los niveles séricos de testosterona y serotonina se elevan rápidamente. La autoestima se dispara. La longevidad aumenta; se ha observado, que los ganadores del premio Nobel viven dos años más que los que han sido nominados solamente.

En hombres, el número de parejas se multiplica, y estas son más jóvenes y atractivas. Y el poderoso no solo produce más hijos, sino que, a través de mecanismos desconocidos, fabrica más varones.

La evidencia sugiere que incluso los síntomas más extravagantes del narcisista, como su necesidad de admiración y su mal perder, forman parte del funcionamiento normal de la escala de poder.

Cuando un cangrejo americano macho consiente una posición dominante, se adapta rápidamente aumentando sus niveles de serotonina en solo dos semanas. Pero cuando es desalojado del poder por el siguiente candidato, ya no puede regresar a su anterior condición y sigue luchando hasta hacerse matar.

Los sujetos dominantes de la musaraña asiática, dejan de comer y de defenderse cuando son abatidos, y mueren de fallo renal entre dos y quince días después. De esta forma, el camino al poder es de una sola dirección en muchas especies.

Se ha comprobado también que el poderoso necesita señales frecuentes de acatamiento. El escritor Michael Raleigh, de la Universidad de California, posicionó al macho alfa de un grupo de monos vervet, especie de primate catarrino ampliamente distribuida por el África subsahariana, detrás de un espejo unidireccional, de tal manera que los subordinados no podían verlo y no emitían las acostumbradas reverencias.

El dominante, exasperado por los desaires, acababa interpretando que había perdido su poder, y tanto sus niveles de serotonina como su humor se desvanecían.

El patrón no reclama nuestro vasallaje por mero capricho, sino que es una causa de una orden biológica. La dominancia es, por consiguiente, una estrategia de alto riesgo y beneficio, que encumbra o aplasta a la persona dependiendo de sus habilidades o su suerte. El narcisista no es un enfermo. Pero como buen especialista que es, se pone enfermo si fracasa o no tiene los resultados esperados.

La Psicopatía

Es una táctica fundamentada en la aceptación de riesgos, la consecución de incentivos a corto plazo y la utilización de tácticas no cooperativas, como la manipulación, apropiación de recursos y producción.

A pesar de que estas características suelen achacarse a una irregularidad en mecanismos de alarma y apego, una táctica que mejora la propia eficiencia y reduce la de otros es en realidad doblemente adaptativa, ya que el éxito biológico consiste en sobrevivir y reproducirse más que los demás.

Esto es, una comprobación de que los psicópatas son producto de un sutil boceto más que una enfermedad, en sus adaptaciones para la devastación. No solo coinciden en señalar a los mismos imprudentes, sino que estos ostentan un historial de víctimas de asalto mucho más extenso.

De esta manera, revelan una destreza para discernir la vulnerabilidad de sus presas que no existe en otros humanos pero que es común en los depredadores.

En cambio, una de las facetas más intrigantes de la psicopatía, es su táctica de emparejamiento. Lo que denominamos el colega, el buen tío, es una persona amable, monógamo, que prefiere calidad a cantidad, y que invierte a largo plazo en la pareja y la descendencia. El chico malo es promiscuo, promiscuo, establece relaciones cortas e indiscriminadas, e invierte lo mínimo imprescindible para la descendencia. Esta última táctica, propia de la psicopatía, se ha considerado producto de la inmadurez o del miedo al compromiso.

Por el contrario, esta estrategia es casi universal en la naturaleza. Incluso en el diamante mandarín, que como muchas aves tiene reputación de monógamo, se han observado subgrupos de chicos malos a una prevalencia constante. Mientras que los individuos menos atractivos son en efecto fieles a su pareja y cuidan de manera abnegada de sus hijos, los más apuestos tienen frecuentes lances con las vecinas y son padres negligentes.

En nuestra rama filogenética, la de los mamíferos, el 93% de las especies son promiscuas. Esto nos indica que la táctica del chico malo es nuestro genotipo salvaje, la táctica original de nuestros antecesores, y que la estrategia mutante es el canalla.

Dicha táctica parece biológicamente vinculada con el éxito, al menos en los hombres. Por un lado, las personalidades desinhibidas tienen el doble de parejas que la población general, lo que en la era pre-contraceptiva implicaba más hijos. Por otro lado, la paternidad extra-pareja en humanos está a día de hoy entre el 4 y el 10%; uno de cada diez o veinte hijos no es del presunto padre, sino de un vecino canalla.

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